1. Introducción
Los sumerios del sur de Mesopotamia fueron una de las civilizaciones más antiguas de la historia mundial, floreciendo desde el IV milenio a.C. hasta el III milenio a.C. (Postgate, 1992). Los sumerios desarrollaron una sociedad compleja y próspera, caracterizada por centros urbanos avanzados, sofisticados sistemas de riego y una próspera economía basada en el comercio, la agricultura y la artesanía especializada (Oppenheim, 1977; Snell, 1997). El estudio de la vida económica sumeria proporciona valiosos conocimientos sobre los fundamentos de las primeras civilizaciones y los factores que contribuyeron a su éxito (Trigger, 2003). El comercio desempeñó un papel crucial en el crecimiento y desarrollo de las ciudades sumerias, facilitando el intercambio de bienes, ideas y tecnologías a través de grandes distancias (Algaze, 1993). La agricultura, apoyada por extensas redes de irrigación, constituyó la columna vertebral de la economía sumeria, permitiendo la producción de excedentes alimentarios y el crecimiento de las poblaciones urbanas (Pollock, 1999). La estructura social y económica de la sociedad sumeria, con sus clases jerárquicas, mano de obra especializada y regulaciones legales, configuró aún más la dinámica de la vida económica en esta antigua civilización (Liverani, 2014).
2. Comercio
2.1. Rutas y redes comerciales mesopotámicas
Los antiguos sumerios establecieron extensas rutas y redes comerciales que conectaban sus ciudades con regiones lejanas, facilitando el intercambio de bienes, materias primas e ideas (Lamberg-Karlovsky, 1998). Una de las rutas comerciales más importantes era la del Golfo Pérsico, que permitía a los mercaderes sumerios acceder a los ricos recursos del valle del Indo, como piedras preciosas, cobre y madera (Potts, 1997). La ciudad sumeria de Ur, situada cerca de la costa, era un importante centro de comercio marítimo y sus mercaderes llegaban hasta Omán y el valle del Indo (Kuhrt, 1995). Las rutas comerciales terrestres también eran cruciales, ya que conectaban Sumer con el Levante, Anatolia y la meseta iraní (Algaze, 1993). La ciudad de Ebla, situada en la actual Siria, fue un importante socio comercial de los sumerios, con pruebas de amplios intercambios comerciales entre ambas civilizaciones (Archi, 1993).
El desarrollo de sofisticadas tecnologías de transporte, como barcos, burros y vehículos con ruedas, facilitó aún más el comercio a larga distancia (Sherratt, 1995). La invención sumeria de la escritura también desempeñó un papel crucial en la organización y gestión del comercio, al permitir el registro de transacciones, contratos e inventarios (Postgate, 1992). El uso de sellos y precintos, que servían como forma de identificación personal y autorización, fue otra innovación importante que contribuyó al crecimiento de las redes comerciales (Rothman, 2004).
2.2. Bienes y materiales objeto de comercio
Los sumerios comerciaban con una amplia gama de bienes y materiales, tanto de producción local como importados de regiones lejanas (Snell, 1997). Los textiles eran una de las exportaciones sumerias más importantes, y la ciudad de Ur era famosa por sus prendas de lana de alta calidad (Oppenheim, 1977). Los sumerios también comerciaban con diversos metales, como el cobre, la plata y el oro, que utilizaban para fabricar herramientas, armas y artículos de lujo (Potts, 1997). La madera, un recurso escaso en Mesopotamia, se importaba del Levante y de los Montes Zagros, y se utilizaba para la construcción, la construcción naval y la fabricación de muebles (Liverani, 2014).
Los productos agrícolas, como los cereales, los dátiles y el aceite de sésamo, también eran objeto de un intenso comercio, tanto dentro de Sumeria como con las regiones vecinas (Pollock, 1999). La ciudad sumeria de Umma, por ejemplo, era famosa por sus huertos de dátiles y exportaba grandes cantidades de dátiles a otras ciudades (Leick, 2003). Los comerciantes sumerios desempeñaban un papel crucial en el intercambio de mercancías, actuando como intermediarios entre productores y consumidores, y a menudo organizando expediciones comerciales de larga distancia (Yoffee, 1995). Los beneficios generados por el comercio contribuyeron significativamente a la riqueza y prosperidad de las ciudades sumerias, y la influencia de los comerciantes sumerios se extendió mucho más allá de las fronteras de Mesopotamia (Algaze, 1993).
2.3. Centros económicos y ciudades
La economía sumeria giraba en torno a una red de ciudades, cada una con sus propias especializaciones y actividades económicas (Trigger, 2003). Ur, situada en el sur de Sumer, era uno de los centros económicos más importantes, famoso por su industria textil, el comercio marítimo y la producción de artículos de lujo (Oppenheim, 1977). La situación estratégica de la ciudad, cerca del Golfo Pérsico, le permitía controlar rutas comerciales clave y acceder a valiosos recursos (Kuhrt, 1995). Uruk, otra ciudad importante, era famosa por su arquitectura monumental, como el complejo del templo de Eanna, y por su papel en el desarrollo de la escritura y la burocracia (Liverani, 2014). La economía de Uruk se basaba en la agricultura, la ganadería y la producción de cerámica y otras artesanías (Pollock, 1999).
Nippur, situada en el centro de Sumer, era un importante centro religioso y económico, sede del Ekur, el templo del dios Enlil (Zettler, 1992). La economía de la ciudad estaba estrechamente vinculada al templo, que poseía grandes extensiones de tierra, empleaba a numerosos trabajadores y se dedicaba al comercio a larga distancia (Steinkeller, 1981). Otros centros económicos notables eran Lagash, conocida por sus sistemas de irrigación y su productividad agrícola (Postgate, 1992), y Umma, famosa por sus huertos de dátiles y la producción de textiles y cerámica (Leick, 2003). La especialización económica y la interdependencia de las ciudades sumerias contribuyeron al desarrollo de una sociedad urbana compleja y próspera, en la que el comercio y el intercambio desempeñaron un papel crucial en la integración de estos centros (Wright, 1987).
3. Agricultura y producción de alimentos
3.1. Sistemas y técnicas de riego
El éxito de la agricultura sumeria dependió en gran medida del desarrollo de sistemas y técnicas de irrigación avanzados, que permitieron a los agricultores aprovechar las aguas de los ríos Tigris y Éufrates (Postgate, 1992). Los sumerios construyeron una extensa red de canales, diques y embalses para controlar el flujo de agua y evitar inundaciones (Pollock, 1999). Estos sistemas de riego estaban gestionados por una compleja burocracia, con funcionarios responsables del mantenimiento de los canales, la distribución del agua y la recaudación de impuestos (Steinkeller, 1981). La ciudad sumeria de Lagash, por ejemplo, contaba con un sofisticado sistema de gestión del agua que incluía una red de canales, compuertas y depósitos de agua (Crawford, 2004).
Los ríos Tigris y Éufrates eran los salvavidas de la agricultura sumeria, ya que proporcionaban el agua necesaria para los cultivos en un entorno árido (Liverani, 2014). Las crecidas anuales de estos ríos depositaban ricos suelos aluviales en las llanuras circundantes, creando fértiles tierras agrícolas (Snell, 1997). Los sumerios desarrollaron técnicas como el riego por cuencas, que consistía en la creación de pequeños campos cerrados que se inundaban con agua procedente de canales (Postgate, 1992). Este método permitía un uso eficiente del agua y el cultivo de una gran variedad de cosechas (Pollock, 1999).
3.2. Cultivos y prácticas agrícolas
Los sumerios cultivaban una gran variedad de plantas, como cebada, trigo y dátiles, que constituían la base de su dieta y economía (Snell, 1997). La cebada era el cultivo más importante, utilizado para la producción de pan, cerveza y piensos (Oppenheim, 1977). El trigo también se cultivaba ampliamente, junto con legumbres como las lentejas y los guisantes (Pollock, 1999). Las palmeras datileras, que prosperaban en el clima cálido y seco del sur de Mesopotamia, constituían una valiosa fuente de alimentos, fibra y madera (Potts, 1997).
Los agricultores sumerios empleaban diversas herramientas y métodos para cultivar sus cosechas. El arado, tirado por bueyes, se utilizaba para preparar la tierra para la siembra (Potts, 1997). Las hoces de arcilla o bronce se utilizaban para cosechar el grano, que luego se trillaba con trineos tirados por animales (Postgate, 1992). Los sumerios también desarrollaron un sistema de rotación de cultivos, alternando entre diferentes cultivos para mantener la fertilidad del suelo (Liverani, 2014). El estiércol del ganado se utilizaba para fertilizar los campos, y se practicaba el barbecho para permitir que la tierra se recuperara entre las temporadas de siembra (Pollock, 1999).
3.3. Ganadería y cría de animales
El ganado desempeñaba un papel crucial en la economía sumeria, proporcionando carne, productos lácteos, lana y mano de obra para las actividades agrícolas (Sherratt, 1995). El ganado vacuno, ovino y caprino eran los animales domésticos más importantes, con grandes rebaños mantenidos por templos, palacios y personas adineradas (Postgate, 1992). El ganado se utilizaba para arar, trillar y transportar, mientras que las ovejas y las cabras proporcionaban lana para la industria textil y leche para la producción de queso y otros productos lácteos (Oppenheim, 1977).
Las prácticas ganaderas estaban muy desarrolladas en la antigua Sumeria, con trabajadores especializados responsables del cuidado y la gestión del ganado (Snell, 1997). Pastores y pastores cuidaban de los animales, garantizando su bienestar y protegiéndolos de los depredadores (Potts, 1997). Los sumerios también practicaban la cría selectiva para mejorar la calidad de su ganado y desarrollaron técnicas de almacenamiento y conservación de productos animales (Pollock, 1999). La importancia del ganado en la economía sumeria se refleja en los detallados registros que llevaban los administradores de templos y palacios, en los que se documentaba el número de animales, su rendimiento y su distribución (Zettler, 1992).
La sociedad sumeria se caracterizaba por una estructura jerárquica, con distintas clases sociales que determinaban el papel, el estatus y las oportunidades económicas de un individuo (Postgate, 1992). En la cúspide de la jerarquía se encontraban los sacerdotes y los nobles, que ocupaban posiciones de poder en los templos y palacios (Oppenheim, 1977). Los sacerdotes eran responsables de la administración de las propiedades de los templos, la realización de rituales religiosos y la gestión de las actividades económicas (Pollock, 1999). Los nobles, incluida la familia real y los funcionarios de alto rango, controlaban grandes extensiones de tierra y ejercían la autoridad política y militar (Snell, 1997).
Por debajo de los sacerdotes y los nobles se encontraban los plebeyos, que constituían la mayoría de la población (Liverani, 2014). Los plebeyos se dedicaban a diversas ocupaciones, como la agricultura, la pesca y la artesanía (Potts, 1997). Estaban obligados a realizar servicios laborales para los templos y palacios, y pagaban impuestos en forma de una parte de sus productos agrícolas o bienes manufacturados (Steinkeller, 1981). En la base de la jerarquía social se encontraban los esclavos, que eran propiedad de templos, palacios o individuos ricos y realizaban una amplia gama de tareas, desde el trabajo agrícola hasta el servicio doméstico (Postgate, 1992).
4.2. Trabajo y especialización
La economía sumeria se basaba en una compleja división del trabajo y en la especialización en diversas actividades económicas (Yoffee, 1995). En la agricultura, los agricultores y los obreros se encargaban de arar, plantar, regar y cosechar los cultivos (Pollock, 1999). Los trabajadores cualificados, como alfareros, tejedores y metalúrgicos, producían una amplia gama de bienes tanto para el consumo local como para el comercio a larga distancia (Potts, 1997). Los artesanos, a menudo vinculados a templos o palacios, creaban artículos de lujo, como joyas, esculturas y objetos decorativos (Oppenheim, 1977).
La producción textil, una de las industrias más importantes de la antigua Sumeria, implicaba un alto grado de especialización (Snell, 1997). El proceso de fabricación textil, desde el esquileo de las ovejas hasta el tejido de las telas, requería la colaboración de múltiples especialistas, incluidos pastores, hilanderos, tintoreros y tejedores (Postgate, 1992). La organización del trabajo en la industria textil era muy compleja, con trabajadores divididos en diferentes rangos y supervisados por supervisores y administradores (Liverani, 2014). La especialización de la mano de obra en la economía sumeria permitió la producción de bienes de alta calidad y el uso eficiente de los recursos (Yoffee, 1995).
4.3. Derecho y normativa económica
El sistema legal sumerio desempeñó un papel crucial en la regulación de las actividades económicas y la protección de los derechos de propiedad (Postgate, 1992). El Código de Ur-Nammu, uno de los primeros códigos legales conocidos, que data del siglo XXI a.C., establecía normas para la realización de negocios, la propiedad de bienes y la resolución de disputas (Snell, 1997). El código establecía penas específicas para los delitos económicos, como el fraude, el robo y el incumplimiento de contratos (Liverani, 2014).
Las regulaciones económicas eran aplicadas por una compleja burocracia, con funcionarios responsables de la recaudación de impuestos, la distribución de raciones y la supervisión de la mano de obra (Steinkeller, 1981). Los templos y palacios, que controlaban gran parte de la economía, tenían sus propios sistemas administrativos para gestionar las actividades económicas (Oppenheim, 1977). Los mercaderes y comerciantes estaban sujetos a diversas regulaciones, incluyendo el pago de impuestos y el uso de pesos y medidas estandarizados (Potts, 1997). El sistema jurídico y económico sumerio proporcionaba un marco para el buen funcionamiento de la economía y la protección de los derechos individuales e institucionales (Postgate, 1992).
5. Conclusión
La antigua civilización sumeria desarrolló una economía compleja y próspera que se basaba en una combinación de comercio, agricultura y una estructura social jerárquica. Las extensas redes comerciales establecidas por los sumerios conectaban sus ciudades con regiones lejanas, facilitando el intercambio de bienes, materias primas e ideas. Los mercaderes sumerios desempeñaron un papel crucial en el crecimiento del comercio a larga distancia, con ciudades como Ur y Uruk como grandes centros económicos. El comercio de textiles, metales, madera y productos agrícolas contribuyó significativamente a la riqueza e influencia de las ciudades sumerias. Además, el desarrollo de sistemas y técnicas de irrigación avanzados, junto con el cultivo de una amplia gama de productos y la práctica de la ganadería, permitieron a los sumerios crear una próspera economía agrícola en el difícil entorno de Mesopotamia.
El sistema económico sumerio se sustentaba en una estructura social jerárquica, en la que sacerdotes, nobles y plebeyos desempeñaban funciones específicas en la producción, distribución y regulación de bienes y servicios. La especialización de la mano de obra y la división del trabajo en diversas actividades económicas, como la agricultura, la artesanía y el comercio, permitieron a los sumerios alcanzar altos niveles de productividad e innovación. Además, el sistema legal sumerio, con su énfasis en los derechos de propiedad, los contratos y las medidas estandarizadas, proporcionó un marco estable para las transacciones económicas y la resolución de disputas. El impacto duradero del modelo económico sumerio puede observarse en el desarrollo de las civilizaciones posteriores en Oriente Próximo y más allá, y muchos de los principios y prácticas fundamentales establecidos por los sumerios siguen conformando el pensamiento y el comportamiento económico hasta nuestros días.
6. Referencias
Algaze, Guillermo. “The Uruk World System: The Dynamics of Expansion of Early Mesopotamian Civilization.” University of Chicago Press, 1993.
Archi, Alfonso. “The City of Ebla and the Organization of Its Rural Territory.” Berytus, vol. 41, 1993, pp. 5–22.
Crawford, Harriet E.W. “Sumer and the Sumerians.” Cambridge University Press, 2004. ISBN: 0521533384.
Kuhrt, Amélie. “The Ancient Near East: c. 3000-330 BC.” Routledge, 1995. ISBN: 0415167636.
Lamberg-Karlovsky, C. C. “The Rise of the City in the Near East.” Archaeology, vol. 51, no. 2, 1998, pp. 26–36.
Leick, Gwendolyn. “The Babylonians: An Introduction.” Routledge, 2003. ISBN: 0415253115.
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Oppenheim, A. Leo. “Ancient Mesopotamia: Portrait of a Dead Civilization.” University of Chicago Press, 1977. ISBN: 0226632800.
Pollock, Susan. “Ancient Mesopotamia: The Eden that Never Was.” Cambridge University Press, 1999. ISBN: 0521574360.
Postgate, J. N. “Early Mesopotamia: Society and Economy at the Dawn of History.” Routledge, 1992. ISBN: 0415035735.
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Rothman, Mitchell S. “Sealing as a Craft and Knowledge System in Ancient Mesopotamia.” Technology and Culture, vol. 45, no. 4, 2004, pp. 742–763.
Sherratt, Andrew. “Reviving the Grand Narrative: Archaeology and Long-Term Change.” Journal of European Archaeology, vol. 3, no. 1, 1995, pp. 1–32.
Snell, Daniel C. “Life in the Ancient Near East, 3100-332 B.C.E.” Yale University Press, 1997. ISBN: 0300063198.
Steinkeller, Piotr. “The Administrative and Economic Organization of the Ur III State.” Archivi Reali di Ebla, 1981, pp. 19–42.
Trigger, Bruce G. “Understanding Early Civilizations: A Comparative Study.” Cambridge University Press, 2003. ISBN: 0521822451.
Wright, Henry T. “The Ecological Setting for the Urban Revolution.” American Anthropologist, vol. 89, no. 1, 1987, pp. 109–122.
Yoffee, Norman. “The Economics of Ancient Western Asia.” Civilizations of the Ancient Near East, vol. 3, 1995, pp. 1387–1399.
Zettler, Richard L. “The Ur III Temple of Inanna at Nippur.” Zeitschrift für Assyriologie, vol. 82, no. 1, 1992, pp. 68–121.